Veranos de amor


Volveremos a encontrarnos cuando florezcan de nuevo los naranjos. Imágenes de colores recorrerán nuestra memoria, dibujando gestos y miradas que tal vez no vimos, pero intuimos entre despistes. Recordaremos besos que nunca nos dimos, y bailaremos aquella balada, a nuestro ritmo, una y otra vez. Aquella balada, que nos unió bajó las estrellas en una noche de verano. Aquella balada, que se acabó con un buenas noches, pero continuó en sueños con finales más felices. 

Nos encontraremos para recordar todo lo que no fue. Mentira, todo lo que fue, pero en nuestra mente. Me recordaré, de espaldas, durante ese atardecer que rompía el abanico de colores. Me recordaré, de espaldas al sol, recortada en negro mi silueta, siendo hermosa para ti. Me acordaré de tu tristeza por no acunar al sol con mi sonrisa. Y yo te volveré a esconder que el atardecer más bonito de mi vida, lo he visto reflejado en tu mirada. Me perderé en la profundidad de tus pupilas, y encontraré la salida con la pícara sonrisa de la luna. 

Inventaré mil historias que quedarán atrapadas entre el silencio de mis páginas. Pondré nombre a las calles que recorrimos, y el olor a las naranjas evocará tus dedos entre los míos. 

Naranjas que vimos de lejos, caricias que quedaron en ganas y callejones cuyos nombres no sabremos jamás. 

Historias inventadas, haciendo feliz a la misma persona, en el mismo momento, en el mismo lugar... Pero que hoy, ve el otro lado de la luna. 

Amores de verano que no llegan a imposibles. 

Ana 'Uala'


Plou i fa sol


Momentos enfrentados.

Me encantan. Cuando no sabes qué pensar. Te arrastran pensamientos estúpidos y no tan estúpidos. Odias y despotricas sobre lo que en realidad no te importa. Contradices pensamientos con los que estás de acuerdo. Te torturas echando de menos a amores imposibles. Aguantas un poquito más un sufrimiento que sabes inútil - total, para lo que queda...

Decir una cosa, pensar otra y hacer una tercera. Comportamiento humano donde lo haya. No saber lo que queremos y saber exactamente lo que no queremos. 

No querer hacer nada, y cuando estamos incapacitados, sufrir porque desearíamos estar haciendo. 

En fin. 

Hablemos, pero, del momento en el que estos sentimientos encontrados encuentran una paz momentánea. En el que asumes que somos así, complicados de la forma más simple que existe. Porque es así: todo es difícil. Es difícil expresarse, es difícil explicar, y es muy, muy, muy difícil pensar. Pero hay una cosa simple. Es simple, muy simple, ¡simplísimo! sentir. Sientes en el estómago, en el pecho, en la cabeza, en los brazos e incluso a veces con las rodillas. Te desmayas, sonríes sin quererlos, te brillan los ojos y lloras a tu pesar. Perfecto, indudable, instantáneo. No lo sabes, pero lo sabes (lo intuyes, lo sientes, te lo dice un sexto sentido). 

Hay veces, sin embargo, y es la única dificultad que el sentir acarrea, que confundimos sentimientos por palabras, sentimientos por costumbre, sentimiento por deseos. Confundimos lo que queremos con lo que somos y con lo querríamos ser. 

Es nuestra obligación aprender a separa esos papel enfrentados. Quizás de esa forma todo se vuelva un poquito más fácil. 

Aunque tal vez sea todo mucho más intenso si tenemos que seguir laberintos para conseguir nuestro objetivo. Nunca un paisaje recto, plano y sin relieve fue hermoso. 

Ana 'Uala'


Ilusiones encontradas


Todo genio de la historia ha hecho hincapié en la importancia de fracasar, de cometer errores, para llegar al éxito. O mejor dicho, "encontrar 999 formas de no hacer una bombilla". 

Y yo quisiera preguntaros si alguna vez habéis sentido la felicidad de haber encontrado, entre tus fracasos, las llaves que abren las puertas de la felicidad. 

Nos encanta quejarnos, y no nos damos cuenta que los quejidos son como las heridas: un aviso de nuestro cuerpo, un grito del alma que nos pide una revolución interior, un cambio, un romper con aquello que nos dicen, nos mandan, nos venden. Una llamada para convertir quejidos en creación, para encontrar la cerradura para esa llave que tienes en la mano, y no sabes qué hacer con ella. 

El remedio contra el miedo es simple: dejar de tenerlo. Nos venden imágenes estereotipadas de conceptos abstractos, porque piensas que si todo está definido, es más fácil conseguirlo. 

Si no tienes una foto, no estuviste ahí. Si no tienes una familia, no has conseguido el objetivo de la vida. Si no quieres un piso, eres un desarraigado. Si no te regala rosas por San Valentín, no es amor. Si no te dice al menos una vez al día lo inseparables que sois, no es amistad. 

Hay personas que sienten tan claro (sí, digo sienten, y no saben, porque en realidad, nadie sabe nada, porque no hay nada que saber) lo que desean, lo que sueñan, y lo que quieren seguir sintiendo... que aquellos que tenían miedo, inventaron una visión palpable de la felicidad. Una obra de teatro con una misma escenografía para todos. Si te sales del escenario, has fracasado. Nadie nos enseña a improvisar, a saltar, a salirse del guión. A tirar abajo el árbol falso de detrás e ir oler las flores reales. Intentan callar a aquellos que tan fácilmente sentían la felicidad en el pecho. Porque temían su falta de temor. 

Y sólo quiero decir, que es felicidad encontrarte de nuevo con personas que sienten, que lo ven, que quieren y desean. Personas que, con dificultad -son muchos años de aprendizaje que hay que olvidar- pero lentamente, van rompiendo esquemas, y toman copas de vino entre sueños y claroscuros, con un cigarro en la boca y jazz de fondo. Sí, muy parisino todo, pero quizás la felicidad esté en creerse en París estando en un restaurante del Raval. 

Quizás cuanto más nos enseñan a ser de una forma, más nos revelamos, y no creemos en las cartas de amor en San Valentín, pero sí en postales con recortes de periódico. Tal vez amistad no sea estar hablando todo el tiempo, si no saber cuando se puede callar, y un abrazo. Un abrazo, una cerveza, y un mismo brillo en los ojos. 

Tal vez -sólo tal vez-, hay que echar abajo los estereotipos que nos han hecho creer, para dejar de tener miedo a fracasar en un mundo que prefiere una sonrisa en una fotografía, al sonido de la risa en una conversación. 

Sí, quizás, lentamente, cada uno vayamos encontrar la forma de hacer nuestra bombilla. 

Ana 'Uala'

Flores, estrellas, y otras maravillas



Hay fotografías que dicen tanto, tanto, tantísimo.

Ésta, por ejemplo. Pruebas, corazones, estrellas y conversaciones a medianoche con desconocidos. Sentir la felicidad en el pecho, el silencio en el alma, la compañía en el corazón, y la maravilla en los ojos. Ver corazones en ventanas, deseos en estrellas, y compañía en afición. Encontrarse, sin quererlo, con alguien con unas inquietudes similares.

-Hace frío... Sí, deberíamos bajar... Bien, buenas noches...

Se oye la puerta cerrarse, y tú, en otro país, en otro mundo, en otro cuerpo, coges la cámara, y vuelves al cielo.

-¿Pero no te habías ido a dormir?
-¡Tú también!
-Le he prometido a una amiga una foto de las estrellas...

Y así, investigas, te conoces, te ríes. Compartes tus secretos, tu felicidad, con una sonrisa de perfil.

Haces nuevos amigos. Amigos. 

Es fuerte, ¿no creéis? Tardas años en abrirte con las personas a tu lado. Sin embargo, en una semana, dos días, tres. En unas horas, tienes a una persona a tu lado que nunca olvidarás. Que te ha cambiado, que te ha enseñado. Que has sido feliz junto a ella, que sabe alguna de tus manías.

-¡Va, no estés triste!
-No estoy triste.
-Realmente tenías ganas de ver [las curtiderías], ¿verdad?
-Es que debe ser tan hermoso...
-Eso no lo sabes, porque no lo has visto.
-Tampoco he visto muchas cosas, y sé que son hermosas.
-¿Por ejemplo?
- El polo norte, con osos polares y focas nadando ¿Te imaginas? Icebergs enormes. El amazonas. La puesta de sol en la sabana. [Insertar aquí todas las maravillas que uno quiera ver]
-No deberías estar triste. Mírate, tienes tantas cosas por hacer, tanto por ver. Deberías ser feliz porque te queda tanta cosa bonita por ver...

El mar azotando con violencia rocas teñidas de naranja amanecer. El silencio de la ausencia de turismo en un templo sagrado. Los colores que no se dejan atrapar por el objetivo. La complicidad de un paseo -uno por el camino, otro por las rocas.

Que se mezclen edades, convertidos por una noche, en nómadas del desierto. Conocer a nómadas del mar, entre dunas y fuego. Tres culturas, ¡tres!, que crece con el nombre de Ted.

Felicidad en una furgoneta atravesando las gargantas de siglos de antigüedad.

El grito anónimo de amigos en el tiempo.


Ana 'Uala'


Feliz Ausencia



Desaparecer entre colores terracota, y aparecer tras un atardecer de mil soles. Dejar atrás malos sentimientos. ¿Pero dónde es atrás? ¿Allí donde vuelves, o en ese lapso de tiempo que te hizo feliz?

Volver, y tener que encontrarte de nuevo. Porque sales a buscarte, y sin embargo, te pierdes, te pierdes en todas esas personalidades que podrías ser. Allí, eres lo que quieres, lo que sueñes, lo que desees. Una página en blanco. Aquí tienes historia, pasado. Unas expectativas por cumplir, unos horarios establecidos, un despertador que te arranca de los sueños, para a veces, cumplir el de los demás. ¿Por qué?

Vuelves, y nada ha cambiado, pero todo es diferente. Hablando, hablando y fumándonos el tiempo, debates en silencio en un cuarto a oscuras, con luz y un mundo -un mundo distante, casi irreconocible, porque con el que nos sentimos familiar, queda lejos en espacio y tiempo- que se filtran debajo de la puerta. 

Nos vamos buscando algo que no encontramos y volvemos habiendo encontrado algo que no sabíamos que buscábamos. 

Volvemos, con historias que contar, personas que viven en recuerdos -y en sonrisas que se escapan al ver un té a la menta- y planes. Siempre con planes. Porque lo mejor de marcharse, es volver. Es ver el mundo que cambia. Mirarte en el espejo y como todo, como hemos dicho, nada ha cambiado pero todo es diferente. 

Pero una vez te reconozcas en ese espejo, una vez entiendas que no se trata de dónde fuiste, sino de dónde quieres volver -a qué quieres volver, con quién, para qué... y por qué- entonces, entonces encaja la última pieza del rompecabezas, y la luz vuelve a brillar. Porque la bombilla no se apaga. 

Quizás se tarde más, quizás menos. Pero perdidos en medio del mar, no es hasta que anochece que podemos ver la luz del faro...


Ana 'Uala'


Cadenas inexistentes


Personas reveladoras. 

El año pasado dos personas, dos personas que ahora son dos amigos, utilizaron un término muy... llamemosle curioso, para describir nuestra relación. Descubrimiento. Lo llamaron descubrimiento. Nos habíamos descubierto, que es lo que suele pasar cuando no esperas nada, y recibes mucho a cambio. 

Digamos que todos tenemos la enorme suerte de descubrir  a personas, aunque pocos nos molestemos en darnos cuenta. Sólo hace falta fijarte en los pequeños detalles. 

Hacía días que quería escribir esto, pero la arena de los minutos se me ha escapado entre las manos, dejándome con un cristal roto y una semana sin fechas, ni horarios, ni tiempo. Días relativos en los que los instintos te dicen cuando dormir, cuando comer, cuando soñar, y cuando reír a carcajadas. 

Otra vez me perderé entre los pensamientos, recorreré en mi mente caminos que fueron, pudieron ser y caminos que serán. Y con un poco de suerte, traeré más historias. Mientras, dejadme contaros la historia de una persona muy especial. O quizás no tanto. Quizás yo me sentí especial al conocerle, o quizás fue mi forma de ver las cosas. Al fin y al cabo, todo depende de cómo quieras ver tu alrededor. 

He hablado de los descubrimientos, pero me he olvidado de añadir una característica. Llamaremos descubrimiento a todas aquellas personas que siempre han estado ahí, que incluso habías hablado con ellas... pero que no conocías. Algún detonante circunstancial, de repente, te ha abierto los ojos. Mucho. 

Hay personas, que con una frase, te cambian la forma de ver la vida. Imaginad, entonces, una conversación entera con esta clase de personas. Imaginad, por un instante, ver luz después de estar mucho tiempo a oscuras. 

Y luego... Una cadena. Un muro que se derriba. Un montón de dominós cayendo en fila. Un empujón, y después se unen personas a la causa. La fuerza se hace cada vez mayor, y no hay freno. Ya no. 

Así empieza, así de simple. Con un descubrimiento. Casual.. O no tan casual.

Ana 'Uala'


Cambios


Los recuerdos se confunden con sueños, y las imágenes se difuminan entre rayos de sol y gotas de lluvia. ¿Qué llevaba puesto? No me acuerdo. Tampoco de quién estaba conmigo, o si estaba sola. No recuerdo, o creo olvidar detalles sin importancia, que dejan paso a una avalancha de emociones que me abruman. Abrumaron, debiera decir. 

Con una foto delante de ti, miras el paisaje de tu actual ventana, con el que contrasta... Y aún así, buscas similitudes. El color del edificio. El mal tiempo. Pero nada es igual. Un mismo día, y las vistas han cambiado tanto. Casi al mismo ritmo que el bipolar clima porteño. Ese que vuelve tan loco a sus ciudadanos.

Caras conocidas que se recortan entre un público anónimo. Caras borrosas entre las lágrimas, pero inconfundibles en el abrazo. Alegría y pena, latiendo al mismo tiempo, pero sin explotar. Aún no. La explosión llega en la soledad de la noche, en las horas muertas que quedan entre lo que eras, y lo que eres. 

Explotas en las noches, caminando sola de vuelta a casa, y tus sentidos devuelven el eco de lo una vez vivido, y esta calle que tanto conoces, bajo la luz de las farolas, se convierte, por un segundo, en otra calle que también hiciste tuya. El semáforo pasa de blanco a rojo, y esperando poder cruzar, te da permiso en verde. La espera, la decepción. Pero dura poco. 

Dejas de buscar una ciudad diferente en cada esquina, y te das cuenta de tu felicidad. Eres feliz, muy feliz. Se acabó, pero no. Nunca nada se acaba. Cicatrices y tatuajes, fotos y recuerdos. Emociones sentidas, nuevos amores en tu vida. Más luz, mucha más luz en tu vida. Una luz cubierta de tristeza unos días, hasta que otras luces te avivan la llama. Así de simple. 

Círculos que van y vienen. Ciclos que empiezan, ciclos que acaban. Hoy, hace una año, comenzó una nueva aventura. Hoy, quizás, sea hora de dar paso a otra. 

Las personas piensan que todos los cambios ocurren en un instante, sin tiempo a darte cuenta. Yo creo que hay cambios que duran unos días. Los días antes, los días de después. El jet lag de los cambios. Quizás, escribiendo esto, esté asumiendo cambios. Un cambio que empezó hace unos días. Un cambio que empieza, hoy. 

Quizás. 


Ana 'Uala'


Una vida


Tanto por hacer, y tan poco tiempo para hacerlo. Pero volvamos a Einstein y su relatividad, y la idea de que si queremos, tenemos tiempo para todo.

Hoy iba a escribir sobre cierta persona, pero debido a lo especial de la ocasión, la voy a cambiar por otra cosa. Una emoción.

Estaba pensando en todas aquellas personas que han sido portadoras de buenas noticias. Siempre me ha sorprendido aquello de matar al mensajero que trae malas nuevas. Típico que ves y piensas... Naaaa, como va a ser eso posible. Sin embargo... Cuando tu mejor amigo te dice que has aprobado esa asignatura, ¿verdad que saltas de alegría y le plantarías un beso que le dejarías tonto?

En realidad, viene a ser lo mismo.

Pues me estaba acordando de personas que te han dado noticias -hablo de las relacionadas contigo- que te han hecho feliz. Noticias como, por ejemplo, el mencionado arriba. O la amiga que te dice que ha venido el chico que te gusta. O la que te dice que mañana es fiesta, y no hay que ir a clase, o a trabajar. O el amigo, que en clase, te dice que te han dado la plaza para irte a estudiar fuera.

Amigos, anónimos o no, que te dan alegrías. Portadores, casuales, de felicidad. ¿Sabéis qué me pasa con ellos?

Que son la parte que más recuerdo de esa felicidad. Sus caras, su tono de voz, su expresión. Las palabras que salen de su boca. El silencio de después. Ese silencio que sólo oyes tú, mientras aumentan los latidos de tu pecho.

Portadores de buenas noticias. Carteros eternos de felicidad,

Ana 'Uala'