Explosión en el pecho



Y así, por curiosidad, ¿vosotros os habéis preguntado si la felicidad tiene límite? Si hay un tope, un momento en el que tu cuerpo se rinde ante tanta energía en el pecho. Dicen que uno se puede morir de tristeza... ¿habrá algo parecido a morir de felicidad? ¿O al ser felicidad, uno no se muere, si no que siente sus pulmones llenarse de aire fresco?

Yo tengo una llama. Una llama que no se apaga. Está ahí, latente. En el pecho. Será que por eso nunca tengo frío. Menos en las manos, a veces. Pero tengo que estar muy nerviosa. Y esta llama, esta llama que no se apaga... Vive alimentándose de risas tontas, de copas, de conversaciones a medianoche. Cada vez que una persona le sorprende, cada vez que le recuerda que lo importante es invisible a los ojos... se aviva.

Que no digan, el amor está en todo y en todas partes. Amor es, amor es esa chispa que explota en el corazón y se expande en el pecho. Esa chispa que se transforma en pasión de palabras, sonrisa eterna... y ese brillo, ese brillo de los ojos. Ese brillo que guardaría en una pequeña cajita, y la llevaría siempre conmigo, cerca del pecho, para iluminar todas mis noches tristes. Es esta luz la favorita de mi fuego. Si las vierais bailar...

Tengo que admitir que, a veces, cuando soy tan feliz, me duele el pecho. Me duele mucho. Como si fuera a explotar. Y eso sólo lo provocan las personas. 

Así que a mí, cuando me toque, sea como fuere... Decid la verdad. 

Murió de felicidad.

Ana 'Uala'


Querida amiga,


Los crujidos de la escalera se han convertido en la banda sonora de mi estar por casa. También en mi puerta, porque la cortina que me separa del resto... Bien, no guarda bien el silencio. Suenan melodías en el piso de abajo, que te lleva a ese estado de melancolía que sólo las canciones en acústico consiguen. 

Llevo días intentando hablar con mi pasado, es decir, contigo, para decirte que... Lo siento, mucho, pero no voy a volver. 

¿Sabes? Sería tanto más sencillo que el cuerpo cambiara al ritmo de la mente, así todo el mundo sabría que somos personas diferentes a la que fuimos ayer. Veríamos enseguida si estamos creciendo o no. Aunque imagino que nadie sería capaz de reconocerse en el espejo cada mañana: el mundo estaría repleto de rostros distintos cada día, y de personas con arrugas de sabiduría en las comisuras de los ojos. ¡Qué sabia es la madre naturaleza! 

Lo que te quiero decir con esto es que, seguramente, sólo tú notes que no soy la misma. Que la persona que se fue, nunca volverá. Que se quedó allí, casi llorando, en el aeropuerto de Barcelona. 

Nunca antes había creído tanto en el destino. ¿Te acuerdas de esas largas conversaciones nocturnas, pensando cómo sería nuestro futuro? Parece que haya pasado una vida entera entre las que éramos y las que somos. Ahora, aquí estoy, escribiéndote, y quiero decirte, que quizás, sólo quizás, mi futuro ya no me parece una cosa tan lejana. Que quizás eso del futuro, una vez estás allí, ya no da tanto miedo. 

Que no hay mejor combinación que hacer aquello que te apasiona, y aprender en el proceso. Aprender. ¿Sabes qué he aprendido? Que no necesito moverme para poder viajar. Que la libertad que te da cruzar fronteras te la puede dar abrir tu mente, ser feliz y cruzarte con personas que cambian tu vida, cada día, un poquito más. O que el proceso es el mismo, ahora no lo sé.

Que todos los consejos que me dieron, los he rechazado amablemente, porque ninguno aplicaba en mi vida. Y eso es algo que no podemos olvidar: no podemos hacer más que ofrecer apoyo a aquellas personas a las que queremos, y estar ahí cuando tengan todas esas dudas que [casi] todos tenemos. Como has estado tú, siempre.

Así que gracias, pero lo siento. Siento que no vaya a volver. Sólo puedo decirte, que tenemos el resto de la vida para volver a conocernos. Una y otra vez.

Porque esto aún no ha terminado.

Ana 'Uala'