De las cenizas


Entraba hace poco a nuestro pequeño y caótico jardín, buscando un pendiente que perdí entre la nieve (ilusa de mí, nunca pierdo la esperanza), para encontrar algo mucho mejor. 

No diré que el invierno aquí ha sido tan aterrador como lo pintaron. Sí, sopló algo el viento, y casi nos desnucamos un par de veces por el hielo, pero en general, nada que un corazón ardiente no pueda soportar. Si es que tenemos fuego en las venas, y eso no se apaga tan fácilmente. 

En cualquier caso, por frágil que haya sido el invierno, más frágiles son las plantas. Y no han tenido piedad en nuestro jardín. Pequeña jungla. Todo marrón y muerto. Tampoco ayuda que no seamos expertos jardineros en la casa [de hecho, no somos jardineros de ningún tipo]. Pero la madre naturaleza es sabia, mucho; que por algo es madre de todos. Andaba yo buscando mi pendiente, y encontré vida. 

Pequeño atisbo de vida entre la mierda. Y, sí. Entre troncos podridos, hojas muertas y restos de fiestas ya olvidadas. 

Campanillas. Pequeñas campanillas creciendo sin orden ni control por todo el jardín. La primera señal de primavera, que debajo de la muerte hay vida. Que todo se describe en círculos, que todos somos fénix: renacemos de nuestras cenizas. Y las hojas muertas sirven de abono para lo que tiene que venir. Que somos el cúmulo de nuestras experiencias, las buenas y las malas, y todas sirven para alimentar tus raíces.

No hay que olvidar. No hay que olvidar que aunque se congelen los dedos de las manos, el corazón sigue latiendo. Que las hojas que mueren son para darle paso a los nuevos brotes y que no hay nuevos principios sin finales. Y que normalmente esos principios vienen cuando menos te lo esperas. 

No hay que olvidar que dos campanillas blancas entre la tristeza de un jardín destrozado, pueden ser la perfecta excusa para hacerte sonreír. Y quisiera, quisiera abrazar los corazones de aquellos que no ven la belleza en esta imagen, que no ven que siempre hay esperanza (incluso para pendientes perdidos), y hacerles entender. 

Si este pequeño ser tiene la capacidad de renacer cada primavera... ¿cómo no vamos a tener nosotros la fuerza?

Bienvenida primavera. Otra vez. 


Ana 'Uala'

[Des]control


'Momo comenzó a sorprenderse que se pudiera andar tan lentamente y avanzar tan deprisa.'

Y ya lo dicen, lo contrario al amor no es el odio, es la indiferencia. Es la indiferencia la que te rompe el corazón, la que te decepciona, la que te deja abandonada, en medio de una carretera, sin norte ni sur. Tan perdida, que ni caminar sabes ya. Se está haciendo de noche.

Manar. Me enamoré de una palabra, caminando cogida de la mano de otra historia, de otra vida, de otra realidad. Me enamoré de cómo esta palabra se pega al paladar, llenando la boca de significado. Cómo una palabra es metáfora y salvación al mismo tiempo. Luz que te guía en la oscuridad. Si el alma hablara, utilizaría únicamente palabras tan intensas. Así, quizás, se encogería la distancia entre el peso de tu corazón y la del susurro de tus labios. 

Supongo que tratamos de buscar nuestro manar, todo el tiempo, en todas las flores que asoman entre la nieve. Supongo, también, que es lo que hace que el viaje valga la pena. Es la única forma que tenemos de descubrir que cuando estamos abandonados en la cuneta, y sí, se está haciendo de noche -no brilla la luna y tenemos frío- en realidad, no estamos tan solos. Hay pequeñas luces, estén cerca o lejos, pero que aclaran la noche. Aprendes que no es necesario saber dónde queda el norte o cómo ir al sur. Tienes que ir hacia la luz. Hacia tu manar. 

A medio camino saldrá el sol. El cielo se volverá a teñir de colores, y los rayos bailarán en tus párpados. Volverá a hervir la sangre, y ese pequeño fuego que arde en el pecho de todos, volverá a brillar. Tal vez suficiente, incluso, para ser manar de alguien. Y pasarás de estar sin control en la oscuridad, a no controlar la cantidad de luz que emana de ti. 


Ana 'Uala'




Cualquier tiempo pasado


Bienvenida, primavera. 

Dos días lloviendo y hoy, que ha llegado la primavera, ha salido el sol. Y una se olvida que ha hecho frío, o que tuvo malos días. Porque amanecer escuchando rumba anima el corazón. 

Pensaba hoy en lo lejanos que parecen los problemas vistos con perspectiva de eso que llamamos tiempo... y lo mucho que los sufrimos en el momento. Lo lejos que parecía el ahora, y lo cerca que parece el ayer. Como si una vez pasado la explosión, todo volviera a ser igual. Pero no, nunca lo es. No eres la misma persona, nunca más. Supongo que es esto lo que la gente llama crecer.

¿Qué será de aquella yo que era, y que dejó de existir? ¿Era acaso menos real? ¿Es el tiempo una excusa para no sentir? Total, todos acabamos en el mismo agujero, creamos en el alma eterna o no. Nunca me he llevado muy bien con la memoria. De todas, es la más mentirosa. Amante de la supervivencia, se unen para hacerte olvidar todo lo malo. Todas esas lágrimas derramadas, esos nervios en el estómago, esas noches sin dormir, se eliminan, teñidos de melancolía que te dibuja una sonrisa en la cara.

¿Que por qué es eso algo malo?

Porque hace el sufrimiento vano. Cual es el sentido, para qué nos molestamos, si luego todo queda en un juego de niños. Si no es más que algo que alejamos con pequeño gesto de la mano. Como si no hubiera sido importante. Como si lo que hubieras sentido nada. Qué tonta fui.

Sí, fui tonta, pero sentí. Intensamente. Y no quiero dejarlo ir. Quiero tenerlo cerca, para entender ser feliz está escrito en lápiz.

¿Cómo podemos olvidarnos del frío cada primavera?

Ana 'Uala'