Explosión en el pecho



Y así, por curiosidad, ¿vosotros os habéis preguntado si la felicidad tiene límite? Si hay un tope, un momento en el que tu cuerpo se rinde ante tanta energía en el pecho. Dicen que uno se puede morir de tristeza... ¿habrá algo parecido a morir de felicidad? ¿O al ser felicidad, uno no se muere, si no que siente sus pulmones llenarse de aire fresco?

Yo tengo una llama. Una llama que no se apaga. Está ahí, latente. En el pecho. Será que por eso nunca tengo frío. Menos en las manos, a veces. Pero tengo que estar muy nerviosa. Y esta llama, esta llama que no se apaga... Vive alimentándose de risas tontas, de copas, de conversaciones a medianoche. Cada vez que una persona le sorprende, cada vez que le recuerda que lo importante es invisible a los ojos... se aviva.

Que no digan, el amor está en todo y en todas partes. Amor es, amor es esa chispa que explota en el corazón y se expande en el pecho. Esa chispa que se transforma en pasión de palabras, sonrisa eterna... y ese brillo, ese brillo de los ojos. Ese brillo que guardaría en una pequeña cajita, y la llevaría siempre conmigo, cerca del pecho, para iluminar todas mis noches tristes. Es esta luz la favorita de mi fuego. Si las vierais bailar...

Tengo que admitir que, a veces, cuando soy tan feliz, me duele el pecho. Me duele mucho. Como si fuera a explotar. Y eso sólo lo provocan las personas. 

Así que a mí, cuando me toque, sea como fuere... Decid la verdad. 

Murió de felicidad.

Ana 'Uala'


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