Suertuda



Conozco a una chica, que abrazaría hasta que se le olvidaran los temores. Me gustaría que su pasado se alejara en dirección norte, mientras ella pasea lentamente, siguiendo las vías del tren, hacia el sur. 

Hace poco, sentada, la escuchaba derrochar palabras sobre un fondo en blanco y negro. Y salía un torrente de sílabas atropelladas, atragantadas en lágrimas que no quieren salir, y salían casi sin vida, inertes, muertas. Más que salir, caían, rompiéndose en mil pedazos en el suelo. 

Ella era consciente de mi mirada -mi mirada, que me atrevo a suponer creía con reproche, pero no es cierto-, y a pesar de ello -o debido a ello-, parecía su la telaraña de argumentos que iba tejiendo se iba haciendo cada vez más y más grande. 

Al fin, paró. Espero, deseo, que algo más aliviada. 

Yo quería deciros... Bien, dentro de su -sí, lo llamaremos pesimismo-, yo vi, yo lo vi. De verdad. Yo vi la esperanza de aquellos que no se rinden. A pesar, muy a pesar de sus palabras, yo sé que las decía por cansancio, sé que las decía por inercia, y porque después de muchos días bajo el sol, uno necesita un poco de alivio. Y no hay mejor alivio que volverse un poco cínico, porque significa que si algo sale mal, es porque no quedaba más remedio. 

Tendríais que verla. Ella, que confía, que sueña, que vive, que se apasiona. Ella que se desvive por ser feliz, por encontrarse, por hacer feliz a los demás. Ella que busca su hueco en este mundo -sin saber que ya lo ha encontrado-, ella que es capaz de ver belleza en imágenes, en escenas, en la música adecuada para la situación perfecta. 

Ella, que sabe que es capaz, pero a veces necesita que se lo crean los demás. A ella, le digo que no es necesario. Si tú estás segura, los demás lo acabarán estando. No hay mayor verdad que las acciones, y no se necesita mucho más. Predicando no se llega lejos; sí haciendo. 

Así que haz, cree, sueña, atrévete. No dejes que los demás te pongan unos límites en los que no crees. 

Ese mundo diferente en el que crees, existe. Y no únicamente dentro de un pantalla de televisión. Pero es cosa tuya encontrarlo. 

Ana 'Uala'



Vísteme despacio, que tengo prisa


Después de una mañana soleada acompañada de los músicos el amor (¿sabíais que los Beatles utilizan 613 la palabra love en sus canciones?), he pensado que nada podría ir mejor. 

Decían en un lugar, lugar que se quedó con la mitad de mis sonrisas, que las prisas matan. Las prisas y el tiempo, la mayor causa de muerte registrada. 

Conozco a una chica. En realidad, a varias personas, que tienen mucha prisa por vivir. Me incluyo. Prisa, ansias que se transforman en dolor físico. No poder estar quieta, sabiendo que hay tantas cosas por hacer... Y sin embargo, cortándote las alas tú misma. Dinero, tiempo, dependencia. Miedo. Tenemos prisa sin saber hacia donde queremos ir. 

El tiempo no se desperdicia, el tiempo es oro. Dejadme deciros, que la única frase con oro que me gusta es la de no es oro todo lo que reluce. Nos cuentan que las equivocaciones se pueden evitar, que los errores son una pérdida de tiempo. Nos dicen -justamente ahora, cuando más tiempo vivimos- que la vida se acaba ya, y que ahora es el momento de hacer las cosas... porque luego nadie nos va a dejar. La sociedad no nos deja: nuestro trabajo, nuestra familia, nuestro sueños enterrados. 

Y así viven estas personas, personas que será edad o carácter, no importa, pero saben que cada momento parado es un momento que podría haber sido una experiencia inolvidable. 

Se tardan años en eliminar el concepto del tiempo de la cabeza: yo aun estoy en ello. Pero es simple. La prisa mata. Tenemos tiempo en esta vida de hacer lo que queramos, lo que podamos y lo que necesitemos. No hay momentos desperdiciados, porque todo te lleva a tu destino. 

No podemos querer estar en la cima de la montaña, sin haber subido a pie (A esto, Tony Stark seguramente subiría con su traje. O con un helicóptero. Pero bien, no somos Tony Stark. Ese ya se lo quedó Downey Jr.). 

Lo que pretendo decir es... Bien, mejor lo dijo Michael Ende:

"Momo comenzó a sorprenderse que se pudiera andar tan lentamente y avanzar tan deprisa". 

Así que lo dicho... La prisa mata, porque pisas sin saber dónde. O mejor, con prisas, no te das tiempo a confiar en tu pisada. 

Ana 'Uala'

Pide un deseo


El que quieras, el que más te apetezca. Cierra los ojos, y desea, desea, desea con intensidad. Con todas tus fuerzas.

A veces es más fácil si tienes un diente de león en las manos.

Le decía a una amiga este fin de semana, que no hay nada tan mágico -tan excitante, tan perfecto, tan cautivador- como ver a alguien hacer aquello que le apasiona. Ver a alguien hablar de su mayor amor, despojar luz y energía sin reparo... porque hacerlo le da incluso más energía. Hay tanta luz en la vida, que podrías dar todos los días de forma infinita, sin ver disminuida la intensidad. Es algo asombroso.

Y pienso, e imagino, y deseo y sueño. Un sueño cumplido por cada diente de león. Una pasión conseguida, vivida, descubierta, explotada. Noches en vela deseando ver salir el sol, para hacer aquello por lo que tu corazón palpita y se llena de fuerza.

Y vuelvo a pensar, e imagino, y deseo y mil veces sueño. Sueño, sueño, y soplo con toda la fuerza del mundo para no dejar ni una sola hoja. Soplo con intensidad, sabiendo que el viento es viento, y lo único que hace es llevarse la esperanza, y dejar la realidad. La esperanza es lo último que se pierde, cierto. Pero debes perderla para despertar, dejar de soñar, y hacer.

Todas esas hojas que se han perdido en el horizonte llevan grabado tu nombre, y se perderán como todo el polen de la primavera entre el verde y las margaritas. Y tú seguirás ahí, habiendo perdido de vista tu sueño, porque creerás que todo se solucionaba con las lágrimas que hacen crecer los campos de deseos.

Pero no es cierto, no es así. Volvamos al inicio, empecemos de nuevo. Campos de deseos, llenos de esperanzas y miedos. Coges un diente de león. Lo miras. Tan suave, tan delicado. De él dependen tu sueños. Visualizas lo que quieres. Lo ves, lo tocas, lo sientes. Y sin soplar, tiras la flor ya marchita, y vuelves de donde has venido, para cumplir aquello que ibas a pedir.

Cuando lo hayas cumplido, vuelves, y deshojas la flor silvestre. Ahora sí, soplas, deseando. Deseando lo que ya has cumplido. Soñando tu vida. Recordando que siempre hay razones por las que estar agradecido.

Soplas, porque no depende de una mala hierba -por bonita que sea- el destino de tus sueños.


Ana 'Uala'

Pan y vino



Pan, tomate y queso. Un buena vaso de vino, y sandía fresca. Fresca, porque se enfriaba en la orilla del río. Orilla en la que duermes bajo la sombra del árbol.

Esa solía ser mi imagen de la felicidad. En muchas ocasiones, lo sigue siendo, los días en los que el sol alarga tu sombra hasta que toca las estrellas que han salido. Noches de brisa tibia donde no se oye más que aquello que quieres oír, y no es necesario más.

Pan, buena compañía y algún destino incierto. O no tan incierto. Horas de viaje por delante, un paseo que se convierte en objetivo, sin importar el dónde, el cuándo, el cómo. En las grandes ocasiones, cualquier medio no justifica el fin, si no todo lo contrario: el medio suele ser el fin, el motivo, y la justificación.

Un recién hecho, de panaderas obesas en orillas de la carretera. Mujeres que aprovechan el cansancio del viajero para expandir su obra de arte, un olor que te atrapa, te obliga a parar, y escuchar el crujido -como hojas de otoño- al partir la punta del pan.

Horas muertas convertidas en aventura, esta vez no con banda sonora, si no con el recuerdo atrapado en un olor.

Olor que, cada vez, te recuerda una alegría diferente de miles de caminos recorridos con las mejores compañías.

Ana 'Uala'


Obviando lo obvio


De pequeña, odiaba. Así, sin más, y sin dirigir a nada en concreto. Odiaba por inercia, odiaba a todos, y odiaba todo. Todo me parecía absurdo, injusto. Incomprensible. No entendía nada, y por no entender, odiaba. O mejor dicho, creía entender cosas que ahora sé que no son como pensaba, y por tanto, sumida en un error, me enfadaba con un mundo que yo no entendía y que definitivamente, no me entendía a mí. 

Cuánto más me decían que era normal, que todo era un comportamiento natural a mi edad y con mis condiciones, más me cabreaba. Me enfadaba, y odiaba a las personas que me decían eso. Odiaba a aquellas que me compadecían, odiaba a las que se marchaban, odiaba a las que se quedaban. Odiaba a un persona en particular, con mucho odio, por no entender nada. Absolutamente nada. Y eso que yo tampoco entendía ni la mitad. 

Bueno. Tardé, lo justo y necesario -siempre es así-, en transformar todo ese odio en amor. Suena cursi, cierto, pero una se da cuenta que la única energía bien invertida es aquella que está llena de luz... Y no hay luz más pura que la del amor. Cualquier tipo de amor. 

En la última entrada hablé de una gran historia de amor. Hoy, toca otra. 

Una historia llena de chivatazos, de últimos pedazos de bocata cedidos, y de un egoísmo que se funde, para dar paso a la complicidad. 

La historia de un número 13 que trajo mucha, muchísima suerte. Aunque tardé tiempo en darme cuenta. 

Esta historia de amor empieza con una chica que no escucha, y un chico que no habla. Hasta que un día el no sabe callarse, y ella presta atención. Y todo cambia. 

Así de simple. De un día para otro. 

Aunque a veces, tener dormitorios separados, hace que la convivencia sea más fácil...

Ana 'Uala'

Paisaje sobre paisaje


Solía pensar, cuando era más pequeña, que si todo, absolutamente todo me salía mal en la vida, no podría quejarme. Que si acababa sola -y no me refiero únicamente a pareja-, no importaba. Cómo iba a importar, si había tenido la suerte, la enorme suerte de haber encontrado alguien en quien disponer todo el amor que yo podría entregar. Un amor, por cierto, correspondido. 

Aclararé que esto no es una historia de amor. O mejor dicho, sí que lo es. Claro que es una historia de amor. La historia de amor más bonita del mundo. 

Tardé años en entender que no por tener mucho de un lado, mereces poco de los otros. Eso es una idea que nos inculcan para conformarnos cuando las cosas van mal. Te lo mereces todo, tú, yo. Todos nosotros. Hay más que suficiente en este universo para hacer feliz a todas las personas. No dejes que te digan lo contrario.

Y cuando entendí esto, cuando caló... No supe que decirme. No supe qué sentir. ¿Qué se siente al saber que has encontrado una parte de ti en otro cuerpo? Una persona que no eres tú, pero sí. Una persona que sabe qué decir, cuándo hacerlo, cómo hacerlo. 

Una persona que, estés donde estés tú, se convierte en tu norte. Para que siempre puedas volver a casa.

"If my heart was a compass, you'd be north"

Una persona con la que romperás costumbres, yéndote a dormir a su casa, como cuando teníamos 7 años, a los 47...

Nunca imaginé que podría tener la suerte de tener todo un mundo resumido en una persona. 

Ana 'Uala' 



El amor de mis palabras


Es curioso la cantidad de cosas que empiezas a ver cuando abres un poquito los ojos. 

Ahí está, esa persona que lleva toda la vida a tu lado. Cada día, casi desaparece en el escenario de tu vida. Está ahí, pero lleva ya tanto tiempo, que no le das la mayor importancia. 

Hasta que un día... Hasta que un día tu soberbia flaquea. Esa soberbia que no te deja ver a ciertas personas, baja la guardia, y tú prestas atención. Abres los ojos, y los abres aún más cuando descubres todo lo que esa persona tenía que mostrarte. No sobre la vida, ni sobre ella. Sino sobre ti. Cuantas cosas veía que tú no. 

Palabras que antes no tenían significado de repente lo quieren decir todo. Para saber hacia donde vas, debes saber de dónde vienes, y más aún, quién eres ahora. Una persona, un día, te hace un comentario... Y todo parece sencillo. Todo cuadra, y la serie de acontecimientos que te ha llevado hasta donde estás -toda una vida de sueños, experiencias y desilusiones- cobra sentido, y lo entiendes. Entiendes hacia dónde hay que ir. 

Con una simple frase.

Ahora habrá que descubrir el cómo. 

Pero ¡eh! No hay prisa. No somos más que tiempo en esta vida. 


Ana 'Uala'

Reciclando ideas


No dejes que nada te distraiga de lo verdaderamente importante. 

Nunca. 

Hoy, sinceramente, no tengo nada más que añadir. Lo realmente importante... Lo notas latiendo en el pecho. Lo sabes. No hace falta que nadie, nadie, te lo diga. Así que no lo voy a intentar. Lo que necesitas saber, está en tu mente, lo que necesitas sentir, está en tu alma. Así que hazlo, y dedícate sólo a eso. Todo lo demás se corregirá solo.

Es sábado, el sol brilla, y en millones de lugares de este planeta, ahora mismo, el amor está dominando los corazones de personas. 

No podría ser más perfecto. 

Ana 'Uala'