Almas partidas


Dejé la mitad de mi alma ahí contigo. Dejé mis sueños, mi libertad, todo mi valor. Se quedó entre los granos de arena que componen las melodías del desierto. Vi la pasión, la sentí. Me hizo arder. Y al renacer de las cenizas, una pequeña llama. Pequeña, pero eterna. No se podía apagar. Nunca más. Y la protegí con mis manos, cobarde, sin saber qué hacer. Cómo continuar, hacia donde seguir. Ahora que tenía la energía, ¿dónde apuntaba mi brújula? 

Qué brújula. Si aún no lo he encontrado.

Así que dejé esa llama allí. En medio de la nada. En medio del naranja. Protegida, camuflada. Perdida entre la intensidad. La dejé ahí para que estuviera a salvo. Esa pequeña parte de mí. 

Me fui. Más bien, volví. Pero fue cómo irse más lejos. Cómo si mi viaje hubiera acabado en hogar, y me dirigiera  a un lugar desconocido. (Me di cuenta, días después, que la desconocida era yo). Y esa pasión, por mi cobardía, por mi miedo a encontrarme, se había quedado en el lugar donde la luna te sonríe. 

Un día volveré, volveré a por ella. Me espera. Y ya no es una llama pequeña, tímida. Ya no. Porque la dejé ahí, pero se alimenta a pesar de la distancia. Con cada movimiento, con cada persona increíble. Con cada sonrisa robada. Ilumina tanto, que ya casi la puedo ver desde ahí.

Pero aun así, nunca me evitaría el paseo que supone volver al lugar en el que dejé parte de mi alma. 


Ana 'Uala'

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