Año nuevo, misma vida



Supongo que voy tarde para los buenos deseos, y para todas esas promesas que se hacen con la ceguera del comienzo de un nuevo ciclo. Ya son muchas dietas comenzadas los lunes para saber que los cambios ocurren cuando menos te lo esperas, no mientras te ahogas entre una mezcla de uvas y abrazos. No vale hacer promesas con magia en el ambiente. 

Al fin y al cabo, no es más que una noche, Una noche cualquiera. Con algo más de pólvora en el aire. Pero, sinceramente, hay noches que me gustan más.

Tengo que admitir, por eso, que lo hice todo. Hice todo el ritual. Retrospectiva incluida. Y, obviamente, lista de deseos. También llevé rojo, e intenté comer las doce uvas. Esta vez, después de tantos años, incluso salí a celebrarlo. Me consuelo pensando que celebraba otras cosas, pero es una excusa poco sincera. Supongo que hay veces que te hace falta una tradición para cambiar tu energía.

Tradición, un barco, y gente con las pilas cargadas. Y funcionó. Juro que funcionó. Vi como el cielo se volvía azul sólo por el deseo de una persona. Y luego, gracias a ese cielo azul, lo vi verde. Todo muy verde. Y recordé que yo nací bajo la estrella de la buena suerte, pero que sólo se activa cuando me lo creo.

Quizás no fui dueña de la creación, pero durante seis días, renací. 'Sea la luz', y brilló el cielo, el alma, los ojos. Me fui lejos para no estar sola, tal vez huyendo un poco. Pero lo dicen, perderse para encontrarse, y encontré un mejor camino de vuelta a casa. Un camino más soleado. Improvisado.

Conseguí pedir ayuda a través de la distancia. A confiar en las personas, cuando te falta fe y suerte. Y luego, justo después, entendí que ser perfecto no depende de nadie más que de ti mismo. Si tú no haces tu vida especial, nadie lo hará. Reaprendí la importancia de los abrazos -¡qué falta me hicieron!

Mirando el cielo, la última noche, viendo cumplido uno de mis mayores deseos, entendí, otra vez, que si no eres feliz con lo que tienes, no lo serás con lo que te falta. Y estar concentrado en aquello que no es, te hacer perder todo lo increíble que está pasando.

En seis días, aprendí seis lecciones que me sacudieron el alma. Por eso, el séptimo día, descansé. Descansé muchas horas, volviendo al calor del hogar. Bendita sea mi cama.

Supongo, que a veces, está bien tener una excusa para cerrar ciclos. Saber decir adiós... Y abrazar lo que venga de nuevo.

Ana 'Uala'


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