Los colores de la distancia


Hacía tiempo que no sentía la distancia tan latente en mí. Defiendo y defenderé la increíble capacidad que tiene el ser humano para viajar, para dejar el hogar y convertirse en el nómada que realmente es.

Sin embargo... Suspiro. Sin embargo, a veces no puedo impedir pensar, pensar en las raíces que te dan vida. Pienso en momentos de agonía, y pienso en la horrible necesidad de sentir algo cerca. Y no hay nada más cercano que la familia... La que quiera que hayas escogido. Los lazos de sangre no tienen cabida en esta palabra. 

Pensaba que me había vuelto inmune a cierto sentimientos. Parece ser que no, y me alegro. 

Curioso, porque cada año me pasa igual. Esta vez parece ser que se ha adelantado. Cada año, juro y perjuro que sobreviviré. Que el corazón me quedará intacto, que no sentiré nada. Que un final que ya conoces, no debería romperte el alma en dos. Pero parece ser que es cierto aquello de que el ser humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. 

Y una vez, y otro, y otra, caigo y vuelvo a caer. Mi corazón se divide, se parte, y las lágrimas brotan sin quererlo. En silencio, inevitables. Una vez al año, siento la vida arrancada de unas raíces que habían empezado a nutrirse de nuevo. La tristeza insiste en reaparecer, y tus prometas desaparecen entre abrazos de despedidas. 

Una vez, y otra, y otra. Promesas hechas a ti misma, promesas de corazón blindado hacia finales donde no se comen perdices. 

Aun más curioso es, sin embargo, que no me lamente ni un sólo instante de estas palabras vacías. Más triste sería que este sentimiento no me abrumara, una vez al año. 

Sería triste cumplir la promesa y dejar de sentir. 

Ana 'Uala'

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