Azul intenso


Abril. El mes del mil. Mil lluvias, y mil flores. Ahora sí, el clima mediterráneo, algo caprichoso, se mantiene a la altura de su reputación. Se asoma el sol, el cambio de armario es inevitable... igual que los estornudos de aquellos que sufren el acoso del polen. Siempre me ha hecho gracia que el invierno y la primavera se reconozcan por la misma cara con nariz roja, sólo que con diferente indumentaria. 

Hasta hace poco, el cambio de armario me parecía algo absurdo. Lo único que tenía que quitar de los cajones eran los jerséis gruesos, y ya está. A medida que usaba y lavaba la ropa, las mangas largas, las bufandas y las medias iban quedando debajo, pero siempre ahí, ocupando lugar. 

No le daba más importancia... Al fin y al cabo, es ropa. Quiero decir, no tengo tanta como para que me agobie tener un par de camisetas de más en la búsqueda matutina de qué ponerse. 

Hasta que me di cuenta, que se puede usar el cambio de armario como metáfora. O no tan metáfora. Cambio de armario, cambio de chip. Pasas del invierno al solcito y buen tiempo, a salidas al aire libre, a paseos sin chaqueta... Sí, quizás es más fácil en lugares donde el tiempo está de tu parte... Pero bien, tarde o  temprano, la primavera llega a todos lados. 

Decía, pues, que cada vez me parece más y más importante el cambio de armario. Septiembre, año nuevo, cumpleaños, ese lunes que se nos resiste... Puntos de inflexión, puntos en los que nos reinventamos. Bien, añadimos otro día en la lista. Días de reflexión, de deshacerte de aquello que ya no te sirve, de limpiar, de airear tu alrededor. 

Devolver el color a tu vida. 

Ana 'Uala'

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