No deixis de caminar


Lengua castellana siempre fue mi asignatura favorita en el colegio. Será que desde el primer día supe que era lo mío. Las palabras, su misterio, mi fascinación. No es algo asombroso, como cosiendo letras aleatorias conseguimos crear universos. Atrapamos en sílabas lo más profundo del alma. 

Hubo otro factor importante en mi preferencia particular por este idioma. La pasión se transmite, se siente, se palpa. Utiliza el aliento para contagiarse, como una enfermedad sin cura. Así me enseñaron a soñar con Bécquer, a amar con Machado y a llorar con Miguel Hernández. Hablaban mis profesores con un entusiasmo imposible de disimular, enseñándote los milagros de una lengua bien construida. 

Cuando entré en al universidad, por inercia después de doce años, esperaba encontrarme un gigante sabio que me siguiera descifrando los misterios del idioma. Por lo visto, ya nos habían enseñado todo lo que había por saber -o consideraron que ya era suficiente- y nadie me volvió a hablar con pasión de los versos que quedan por escribir. 

Pero estoy desvariando. Toda esta retahíla de palabras venía por el camino, dibujando uno, siguiendo otro. Pensaba, simplemente, en como nos gusta la metáfora del camino. El camino, no sólo en castellano, se ha transformado en sinónimo de la vida, de decisión, de destino. El camino es. Se hace camino al andar (¿puede acaso gustarme más este poema?). 

La cuestión, es que en una semana, todo aquello que me han enseñado los libros, mis maestros, Machado... Se lo ha llevado la lluvia. 

No importa el camino, la verdad. El camino es el mismo para todos. Todos tenemos un mismo final, un mismo inicio. 

Importa quién va cantando a tu lado, dándote la fuerza en el alma cuando te flaquean las piernas. 

Ana 'Uala'

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