Pide un deseo


El que quieras, el que más te apetezca. Cierra los ojos, y desea, desea, desea con intensidad. Con todas tus fuerzas.

A veces es más fácil si tienes un diente de león en las manos.

Le decía a una amiga este fin de semana, que no hay nada tan mágico -tan excitante, tan perfecto, tan cautivador- como ver a alguien hacer aquello que le apasiona. Ver a alguien hablar de su mayor amor, despojar luz y energía sin reparo... porque hacerlo le da incluso más energía. Hay tanta luz en la vida, que podrías dar todos los días de forma infinita, sin ver disminuida la intensidad. Es algo asombroso.

Y pienso, e imagino, y deseo y sueño. Un sueño cumplido por cada diente de león. Una pasión conseguida, vivida, descubierta, explotada. Noches en vela deseando ver salir el sol, para hacer aquello por lo que tu corazón palpita y se llena de fuerza.

Y vuelvo a pensar, e imagino, y deseo y mil veces sueño. Sueño, sueño, y soplo con toda la fuerza del mundo para no dejar ni una sola hoja. Soplo con intensidad, sabiendo que el viento es viento, y lo único que hace es llevarse la esperanza, y dejar la realidad. La esperanza es lo último que se pierde, cierto. Pero debes perderla para despertar, dejar de soñar, y hacer.

Todas esas hojas que se han perdido en el horizonte llevan grabado tu nombre, y se perderán como todo el polen de la primavera entre el verde y las margaritas. Y tú seguirás ahí, habiendo perdido de vista tu sueño, porque creerás que todo se solucionaba con las lágrimas que hacen crecer los campos de deseos.

Pero no es cierto, no es así. Volvamos al inicio, empecemos de nuevo. Campos de deseos, llenos de esperanzas y miedos. Coges un diente de león. Lo miras. Tan suave, tan delicado. De él dependen tu sueños. Visualizas lo que quieres. Lo ves, lo tocas, lo sientes. Y sin soplar, tiras la flor ya marchita, y vuelves de donde has venido, para cumplir aquello que ibas a pedir.

Cuando lo hayas cumplido, vuelves, y deshojas la flor silvestre. Ahora sí, soplas, deseando. Deseando lo que ya has cumplido. Soñando tu vida. Recordando que siempre hay razones por las que estar agradecido.

Soplas, porque no depende de una mala hierba -por bonita que sea- el destino de tus sueños.


Ana 'Uala'

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