Maravillas escondidas


Buenos días, feliz lunes, y feliz semana. Sí, sabemos el tradicional odio hacia los lunes -pobres- y más en semanas como estas -de las que quieres que terminen cuanto antes- pero ¡eh! da la casualidad de que esta semana, justo esta, hay recompensa al final. Así que empiezo dando las gracias, que la vida por todo lo malo algo bueno te da, como dice mi querido amigo Diego Torres. 

Estaba yo cotilleando fotos de amigos, y viajando de blog en blog, mientras pensaba: lo que daría por estar ahí ahora... Vamos, de eso que llaman "envidia sana". 

Hay personas que no creen en ese término. Dicen que la envidia es mala, sea del tipo que sea. Yo creo que no... Creo que lo que llamamos envidia sana sería más bien un deseo pasajero, ese momento en el que pensamos: ¿Y si mi vida fuera otra? ¿Y si fuera esta persona? Pero luego se pasa, apagas el ordenador, y vuelves a tu vida, te estiras en la cama, cierras los ojos, y eres feliz de ser quien eres. 

Conocí, una vez, a una chica. Una chica que creo que tendría que ser obligatorio conocerla. Es una chica... Como explicarlo. Os juro, os juro, que no creo que hubiera sentido la envidia nunca. Se alegra genuinamente, siempre, siempre. Por todo. Es feliz de ser quien es, de su vida, de todo lo que le rodea. Es feliz por aquellos que son felices, y quiere que los que no lo son, lo sean. Vive de sonrisas, y la sencillez es su ley de vida. Dar es recibir, y menos es más. Así de simple. 

¿Su secreto? La gratitud.

Y yo me pregunto. ¿Qué nos diferencia de ella?

Ana 'Uala'


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