Entre prólogos y epílogos


No son sólo las historias de las personas -supuestamente- reales las que me atraen. Todo lo que he aprendido, que es poco, me lo han enseñado la tinta, el papel y el arte de unir palabras. Las tramas elaborados, los personajes que han crecido a mi lado... Sus historias, las historias de mis héroes, de mis amigos, de mis enemigos y de mis miedos... Sus historias son tan o más reales que las de la gente que me rodea. 
Acompañar al Principito, junto a su cordero, de planeta en planeta. Montar a caballo con Pippi, y volar con Juan Salvador (de pura casualidad, una noche en un autobús), la gaviota que quiso desafiar al mundo...; perderse con Alexander Supertramp (gracias Pri, por ese regalo único), reirse con Wilde y sus personajes frívolos y sinceros. Llorar con Austen... pero aún más con Ponyboy, con Dallas y con Johnny Cade... No crecer nunca, atrapar tu infancia entre las páginas de Peter Pan. Y sonreir ante el gato de Cheshire, que siempre me dio más miedo de lo normal, y desaparecer, una noche entera, entre el centeno. Descubrir el lado más sensible del temible Capitán Garfio, conocer la historia detrás de los miedos y sobre todo, y ante todo, buscar los siempres en los jamases. 

Que se abra ante ti un mundo nuevo, de otro color -amarillo, quizás. 

No podría contar sólo una historia, porque son muchas, son únicas y cada una es especial. Los libros... los libros abren la mente y el alma, y os recomendaría todos, absolutamente todos los que me he leído. En esta estantería están sólo algunos de mis favoritos... Pero dije que esto no debía de tratar (sólo) de mí, así que, os contaré la historia de hoy. 

En mi colegio, había una rutina a la hora de los patios -cuando ya fuimos "mayores"- que nunca me gustó... ni siquiera sé de dónde salió. La cosa es que había niños y niñas de cursos mucho menores, de primaria, a los que les cogías cariño, y te venían a saludar... y para ellos era un honor tener una "amiga" mayor. Una cosa para enorgullecerse: puedo ir a saludar a ese "chico mayor". Qué cosas pensamos a veces...

Sigo contando. Había un niña que nunca venía a nuestro lado. Siempre se quedaba sola, y no caía demasiado bien. Hablaba sin parar, y decía cosas con sentido. Que a veces, es mucho peor que decir tonterías: a la gente no le gusta saberse ignorante, igual que no le gusta la supuesta pedantería ajena. Pero como iba diciendo, esta niña era lista. Lista como nadie. Leía, hablaba, observaba... Un ser excepcional. Preciosa, divertida, buena... pero no fue eso lo que hizo que me fijara en ella. Ese libro. Ese libro que llevaba siempre con ella. Nunca estaba realmente sola. Acompañada de amigos que están ahí para todos, y algunos eligen no conocer. 

Decidí que ella debería tener el mismo honor que los demás, sabiendo que el honor era mío. Esa pequeña quiso ser mi amiga, haciéndome el mayor favor de todos, y pensando que yo se lo hacía a ella. A pesar de sus dudas, de su "querer encajar" en ciertas ocasiones... creo que siempre sospechó que a la hora de la verdad, no haría falta. 

Pero esta pequeña, esta amiga de alma, me regaló el mayor privilegio del mundo. Me regaló el honor, no sólo de ser mi amiga, si no de darme la ocasión de hacer el regalo más importante de mi vida. Diréis... ¡vaya tontería! Se tiene el honor de recibir un regalo, no de hacerlo... Sé que muchos más estarán de acuerdo conmigo en que eso no es cierto. Lo increíble está en hacer regalos, y hacerlos bien. Acertar, y ver la sonrisa de la otra persona. Y que alguien te haya permitido acercarte lo suficiente para saber acertar, eso... Eso no tiene ni precio, ni honor. Es simple y pura magia. 

Pues esta pequeña tuvo la capacidad de regalarme una cosa increíble. Se iba del colegio, así que me quedaba sin amiga. Pero tenemos ese miedo al olvido, y quise hacerle un regalo. No creo que se acuerde de mi nombre, ni de dónde salí, no hacia dónde iba. Pero para el momento, para la ocasión, tuve el honor de poder regalarle un libro que a mí, en circunstancia parecida, me había ayudado a sonreír y a ser valiente. Y quizás a mi no me guarda en un rincón de su memoria, pero estoy segura -convencida- de que ese libro sigue en su estantería. 

El inmenso poder de las palabras. Palabras que sirven para invocar, recordar, desaparecer, viajar, sentir, vivir, llorar y reír... Palabras que te cambian, te transforman, te hieren, te curan y te acompañan en el camino. Palabras perfectas, unidas con sueños y deseos. 

No sé nada de ella, algo que a veces me apena. Pero luego pienso en la valentía de esa pequeña, y sonrío. Sé que estará bien, seguro. Y si el destino quiere, nos volveremos a cruzar. 

Si no, espero que le regale ese mismo libro, a otra niña igual de especial que ella...

Ana 'Uala'




(Una de) mis estanterías de favoritos...

De izquierda a derecha, películas y libros: Orgullo y Prejuicio (Jane Austen), The Breakfast Club, Eduardo Manostijeras, Benny & Joon, Descubriendo Nunca Jamás, Heath Ledger (John McShane), James Dean (película biográfica con James Franco de protagonista...), Peter Pan (J.M Barrie), Le Petit Prince (Antoine de St. Éxupery), Alice's Adventures in Wonderland (Lewis Carroll), The Catcher in the Rye (Salinger), Extremely Loud & Incredibly Close (Jonathan Safran Foer), Hacia Rutas Salvajes (Jon Krakauer), la Trilogía de las películas de James Dean (Rebel without a Cause, Giant y East of Eden), La Elegancia del Erizo (Muriel Barbery), Juan Salvador Gaviota (R.Bach), Collected works of Oscar Wilde (sin El retrato de Dorian Gray), Rebeldes (Susan E. Hinton), Pippi Calzaslargas (Astrid Lindgren), Captain Hook (Hart-Helquist) y El món groc (Albert Espinosa).

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